Hemos vuelto de una semana de vacaciones, ya sea que hayamos participado en los servicios religiosos de la Semana Santa o Semana Mayor como se le conoce en algunos lugares, o que hayamos optado por descansar y relajarnos con familiares y amigos.
Para algunas personas este fue un tiempo de reflexión sobre temas religiosos y espirituales, para otras, trató de descanso y de aprovechar la oportunidad de visitar playas o montañas del país u otras ciudades del extranjero.
Ahora ya estamos iniciando un nuevo período de trabajo, de tareas domésticas, de estudios, de labores diversas, lo que sea que nos ocupa. Sin embargo, no podemos dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre nuestra capacidad para ser mejores personas cada día.
Si ponemos atención a nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, palabras, hábitos, acciones y reacciones, sabremos cuáles son aquellas viejas creencias que ya no nos sirven y que no nos dejan soltar el peso de los prejuicios que nos mantienen atadas al suelo.
Identifiquemos lo que no nos permite ser felices, lo que nos hace daño, lo que nos debilita, lo que nos abruma, lo que nos separa de los otros, lo que nos quita el sueño, lo que nos perturba, lo que nos pone de mal humor, lo que nos amarga el rato para poder ser esa persona creativa, alegre, bondadosa, generosa, agradecida, en fin, esa persona feliz que todas merecemos ser.
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