Una mujer en sus 40s, con una vida profesional envidiable y una familia perfecta me cuenta su día a día, que resulta que es como el día a día de la vida de la mayoría de las mujeres adultas.
5 am. Despertar e ir al baño; tomar la ducha, vestirme. Ya lista voy a la cocina, preparo el desayuno para la familia, las loncheras de los hijos, la lonchera del marido, mi lonchera para el trabajo. El tráfico es imposible, hay accidentes a lo largo de la ruta. La rutina me abruma, oigo la radio para distraerme en esos atolladeros interminables. La Oficina, lo mismo de siempre, el trabajo se acumula, el jefe estresado porque le han pedido un producto que no está listo. El producto lo tenía asignado alguien que se ha reportado enfermo. A retomar y finalizar ese trabajo, no tengo opción y el mío se retrasa. Termina la jornada, voy de regreso a casa; ni mencionar el tráfico, ni mencionar los accidentes debido a que los conductores van pendientes del celular, o porque no respetaron un alto; ¡por fin en casa, a descansar!
¿Dijimos descansar? ¡Noooooo! Llego a despedir a la empleada que llega solo por el día. Preparar y servir la cena, revisar la ropa lavada y planchada y guardarla. Después de la cena, revisar tareas, conversar con el marido, ver un poco de tele, dejar la ropa lista para el día siguiente y a dormir.
Esta es la rutina de 24 horas de la mayoría de las mujeres. Y el fin de semana, es para hacer la limpieza selectiva, hacer mercado, recibir a los suegros, cocinar para la semana y un sinfín de pequeñas tareas. Y volvemos a empezar.
Esta es más o menos la descripción del día a día de una mujer profesional que tiene un excelente trabajo en una empresa de publicidad y mercadotecnia. Es la vida de una mujer que puede ser envidiada por muchas.
“¿Cómo puedo sentir alegría y felicidad en una situación como esta?” Fue su pregunta.
Ella declara que su vida no es lo que se imaginaba, aunque al describirla es lo que quería y lo que ha logrado: un buen esposo y padre responsable de proveer para sus hijos, dos niños maravillosos en edades de adolescencia; unos suegros amables y confiables, una casa bonita en una buena zona, un vehículo para cada adulto de la familia, vacaciones fuera del país una vez al año, un trabajo retador y gratificante y un salario adecuado.
Pero la descripción de su día a día no encaja con la idea que ella tenía de su vida, aunque si cree haberlo logrado.
Entonces, si hemos logrado lo que queremos, ¿por qué no sentimos alegría y felicidad?
¿Será que vivimos esperando un cuento de hadas? O, ¿tenemos un referente equivocado sobre lo que debe ser una vida feliz? O ¿hay algo más?…
Muchas personas dirán que la vida es así, que no es un cuento de hadas, que las cosas son difíciles, que nos imaginamos que todo sería color de rosa, en fin… ¡que la vida cuesta!
Por años, las mujeres hemos creído en cuentos de hadas, desde niñas nos han dicho que existen los príncipes azules que con un beso nos sacaran del letargo de la vida y viviremos felices para siempre.
Bueno, es tiempo de revisar nuestras creencias, esas que nos mantienen pegadas al suelo, que no nos dejan volar alto.
Esta amiga de la historia, ¿realmente logró su cuento de hadas? ¿Realmente apareció su príncipe azul? ¿O realmente los cuentos de hadas no existen?
Leave A Comment