Generalmente nos sucede que deseamos que la vida nos sea amable. Es más, lo pensamos y lo programamos, *este día será un buen día* nos decimos al despertar por la mañana y decir nuestras oraciones o al meditar. *Nada se interpondrá en mi camino para ser feliz* nos repetimos. Lo primero que hacemos al levantarnos es revisar nuestro plan del día y repetirnos con optimismo que todo saldrá a pedir de boca, nos estiramos y empezamos el día con alegría…
¿Será esto cierto? Pues no, porque en cuanto estamos de pie retomando lo que sea que tenemos que hacer, nos contrariamos porque la pasta de dientes se ha terminado, el desayuno no está listo y el café esta tibio. Ya tenemos que salir a hacer los mandados o ir a la oficina o al taller o a la tienda y no tenemos tiempo para esperar.
Nos subimos al vehículo y vamos murmurando que esto no tenía que haber pasado y cuánto nos molesta que estas cosas sucedan cuando más prisa tenemos; seguimos y para colmo, nos encontramos con un conductor despreocupado que contribuye a que nuestro disgusto e impaciencia aumenten. Y así vamos durante todo el día encontrando motivos para sentirnos molestas, irritadas y de mal humor, y lo peor, nos sucede todos los días de nuestra vida.
Luego nos quejamos de que, a pesar de programar nuestro día con todo lo bueno que deseamos, realmente unca llega a suceder y esto nos contraría mucho más.
¿Podemos ver el patrón del comportamiento?
¿Podemos ver la incoherencia?
Si nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu no están en armonía con nuestro deseo, nunca lograremos lo que nos proponemos.
Pero podemos aprender a reconocer los patrones de comportamientos limitantes y a cambiarlos por otros más armoniosos con el universo.
Recordemos, todas tenemos la llave que abre las puertas de las oportunidades; solo tenemos que encontrarla!
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